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Reír para no llorar

El humor ha sido una herramienta poderosa para lidiar con la muerte de mi padre, ayudándome a sentirlo cerca y a conectarme con la mejor parte de él y de la vida que le sigue.

“Ella nació riéndose”. Crecí oyendo a mis padres decir eso y, efectivamente, continué sonriendo el resto de mi vida. Las risas y las historias divertidas se convirtieron en mi marca registrada. Por mucho tiempo creí que poseía la alegría como un don. Cuando murió mi padre, hace dos años y pico, pasé por el período más difícil de mi vida. Y, aun así, me sorprendí al ver que esa alegría permanecía conmigo, firme y fuerte, inclusive en el auge de mi tristeza. Era una energía que trascendía mi estado emocional, una energía ligada a mi estado espiritual, a mi forma entusiasta de ver la vida. Independientemente de las fallas y de las imperfecciones de la vida, para mí siempre vale la pena dar una buena carcajada.

Me di cuenta de que más que alegría, lo que yo tengo es sentido del humor. Éste ha sido un importante aliado para enfrentar la muerte de mi padre. El sentido del humor me ha permitido sensibilizar mi vida, así como el corazón de todos aquellos que comparten esta jornada conmigo.

Escogí tres situaciones, que quisiera compartir aquí, en las cuales el humor me ayudó mucho:

1. Hablar sobre las cosas positivas y traer a mi padre a las conversaciones de forma natural.

Inmediatamente después de haber perdido a mi padre, me di cuenta de que para hablar sobre él, sin hacer llorar a las otras personas o hacerlas sentir incómodas, necesitaba siempre una pizca de humor. “Caramba, mi papá adoraba eso, pero cuando decidía cocinar era un desastre. ¿Se acuerdan cuando nos sirvió esa ensalada de espinaca cruda? ¿Y cuándo puso a hervir en la estufa el termo para el café? ¡Jesús!”. Con comentarios como esos, yo lograba arrancar carcajadas llenas de nostalgia. Automáticamente, surgían otros recuerdos y comentarios sobre él. Creo que cuando hay humor, las personas se desarman. Es como si el humor entrase en otro campo del cerebro – y la verdad es que sí lo hace, pero es ya es asunto de otro post – y las personas lograsen lidiar y abordar el tema de mejor manera.

2. Ampliar los pensamientos y no necesariamente alejarlos.

Es inevitable pensar en mi padre antes de dormir. Al comienzo los pensamientos llegaban siempre llenos de dolor, nostalgia e imágenes relacionadas a su muerte (el hospital, la noticia, el velorio, etc…) Entonces me propuse un desafío: todas las noches yo debía recordar alguna situación divertida que viví con él. Parecía magia: rápidamente los malos pensamientos se alejaban, mi corazón se calmaba y yo hasta me reía un poco. Cuando yo dejaba de concentrarme en pensar en momentos felices, el efecto era otro: surgían las lágrimas, mi corazón se aceleraba y se despedazaba. Hoy en día ya logro pensar en otras situaciones (no divertidas), pero el humor fue fundamental para realizar ese paso.

3. Transformar una fecha difícil en una celebración de vida

Fue justamente una ocasión de ese tipo que me inspiró a escribir este texto. Mi familia se reúne para los cumpleaños de mi padre, los cumpleaños de llegada y el aniversario de partida. Siempre es un momento MUY DIFÍCIL. La intención es agradecer por el tiempo que vivimos juntos, pero la tensión es fuerte y la tristeza tan grande que yo siempre termino en una crisis de llanto. Este año, decidí utilizar mi barita mágica del sentido del humor. Inclusive pensando que estaba un poco loca, le pedí a cada persona que escogiera una historia divertida que hubiese vivido con él para que la contara el día del encuentro. Fui muy clara, “no es hacer un homenaje o escribir un mensaje bonito, es contar algo divertido”. Fue sorprendente. Las personas llegaron con una energía totalmente diferente, comentando cómo había sido bueno haber pasado toda la semana pensando en él y reviviendo esos momentos. Así, la noche ya comenzó con una buena energía y yo inauguré el juego con las dos historias que yo había llevado. Rápidamente, las 6 historias que habían sido pensadas para ese momento se convirtieron en 20. Pasamos horas entre carcajadas, recuerdos y mucha gratitud. Fue una noche especial y, por la primera vez en esas fechas, dormí tranquila y me levanté feliz. Parece que ocurrió lo mismo con el resto, porque al día siguiente me llamaron para decirme exactamente lo mismo.

En su libro sobre los chistes, Sigmund Freud dijo: “El humor es un medio para obtener placer, a pesar de las emociones dolorosas que pueden interferir en ella; actúa como un reemplazo para la liberación de esas emociones, colocándose en el lugar de éstas […]”.

Mi padre era un hombre serio, pero el humor hacía parte de su esencia y creía que “una persona alegre y relajada vive mucho mejor”. Tal como él mismo me escribió en el diario de cuando yo tenía 6 años:

Diario Amanda

“Y uno de ellos eres tu: mi hijita hermosa, con tu alegría incomparable, que me anima con esa sonrisa permanente, aun en los momentos en que estoy cansado y preocupado, a seguir adelante en la batalla de la vida.

Sigue siendo como eres, porque una persona alegre y desenfadada vive mucho mejor, y estoy seguro que cuando seas grande usarás tus cualidades para ayudar al prójimo.

¡Te amo con locura!

De tu Papi”