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La pérdida gestacional es real y genera un dolor inmenso: no la subestime

Las mujeres que pierden a un hijo en alguna de las etapas de la gestación reciben menos compasión que una madre que pierde a su hijo después de nacido

Imagem: Isabel Svoboda

Ningún luto puede ser comparado o clasificado en alguna jerarquía (aun cuando nuestra sociedad tienda a hacer eso todo el tiempo). Sin embargo, hay lutos que son más subestimados o a los que se les impide ser llorados. La pérdida gestacional (precoz o tardía) es quizás uno de los casos más crueles.

Si usted quiere ayudar a alguien que sufrió una pérdida gestacional, la primera cosa que debe hacer es no subestimar su dolor. Con certeza, su dolor es tan grande como el de una madre que acaba de perder a un hijo después del nacimiento. A partir de esta premisa de respeto y empatía, piense que sus actitudes positivas frente a los padres que sufrieron este tipo de pérdida deben ser equivalentes a las que usted tendría con una madre o padre que acabó de perder a su hijo ya nacido.

– No subestime el dolor de la pérdida gestacional.

– No actúe como si nada hubiera ocurrido cuando esté frente a los padres enlutados.

– No diga que “ellos aún podrán tener otros hijos”.

– No pregunte si ya “comenzaron a practicar”.

– Si el bebé ya tenía nombre, refiérase a él con nombre propio al manifestar sus sentimientos.

– Pregunte si hay alguna forma en la que pueda ayudar.

– Si la persona quiere hablar sobre el asunto, esté preparado para oír.

– Si hay un funeral, como en la caso de las pérdidas tardías, no piense en faltar (usted no faltaría al entierro de un niño que ya había nacido).

– En sus conversaciones con la familia, evite culpar al equipo médico, al hospital, a la forma de parto elegido o cualquier otra cosa que agrave el sufrimiento.

– Evite recomendar nuevos profesionales para “la próxima vez”.

– No les diga a los padres que deben superar esta pérdida rápidamente.

– Permita que la pareja tenga su momento de duelo. No existe un límite o una regla de normalidad para que pase la tristeza.

Existen grupos de apoyo para la pérdida gestacional y neonatal, como por ejemplo “Del luto a la lucha”, el cual reúne testimonios de quien vive o ha vivido ese mismo drama, así como informaciones y orientaciones útiles e inspiradoras para los padres que están pasando por ese momento. Para entender lo que pasa por el corazón de una madre que sufrió una pérdida gestacional, decidí entrevistar a una amiga cercana, la editora Clarissa Oliveira, quien el año pasado perdió a Martín, su primer hijo, con 40 semanas de embarazo.

Además del dolor de la pérdida, ¿qué fue lo más difícil para ti, tu marido o tu familia al momento de enfrentar el drama de la muerte de un hijo antes de nacer?

Lo más difícil fue entender “quien era yo” después de la muerte de Martín y volver a la vida con esa nueva identidad, con esa trágica historia que contar. El primer mes fue más fácil pues, a pesar del dolor inmenso y la nostalgia infinita, me permití protegerme, rodeándome solamente de las personas más cercanas. Yo sentía mucho amor y mucha gratitud de haber podido vivir con él, aunque hubiera sido por tan poco tiempo. Pero me atormentaba tener que ver la cara de “horror” de las personas que se enfrentaban a mi pérdida. Al final de cuentas, terminó siendo menos terrible de lo que yo imaginaba.

Para mi marido y mi madre, la sensación de injusticia fue algo terrible. Como yo ya había lidiado antes con la indignación del “¿por qué yo?, ¿por qué a mí?” (pues tuvimos que pasar por una serie de tratamientos para que yo pudiera quedar embarazada), yo ya no tenía esa expectativa de justicia, así que no tuve que aguantar esos pensamientos tan martirizantes.

¿Los hospitales están preparados para ofrecer apoyo y respeto en esa situación?

Fui atendida en una clínica de maternidad privada y por un equipo sumamente humano (compuesto por un obstetra, el asistente y el anestesista). Pude contar con la presencia de mi pareja, mi madre y dos doulas (profesionales encargadas de dar apoyo emocional durante el parto y puerperio). Me hicieron la inducción en un cuarto oscuro y silencioso y yo tuve a mi hijo en el centro quirúrgico, donde me permitieron quedarme con él casi una hora. Teniendo en cuenta otras historias que ya he oído, creo que fui privilegiada. Tuve el parto normal que yo quería, sin laceraciones ni violencia obstétrica. Tuve un momento íntimo con Martín y con mi pareja. Lo limpié, lo besé, lo vestí y hablé con él. Fue el momento más sublime de mi vida.

No así, me habría gustado tener la oportunidad de pasar más tiempo con él – de llevarlo para el cuarto, por ejemplo, en vez de sentirme presionada a desocupar la sala de parto en el centro quirúrgico. También me ofrecieron un remedio para secar la leche que no acepté. Me hubiera gustado que me hubieran preguntado antes sobre ese asunto, porque si yo no fuese una persona desconfiada y cuestionadora, yo habría tomado el remedio y me habría privado del proceso de producir, ordeñar y donar la leche, una acción que fue primordial en el proceso de mi curación.

Dentro su red de apoyo de amigos y familiares, ¿qué fue lo que más les ayudó?

El “blindaje” que crearon mi familia, mis amigos, mi equipo de trabajo y mis doulas fue esencial en ese primer momento. Los mensajes de amor y la presencia de la gente en el entierro (y después) también fueron muy importantes. Haciendo un análisis retrospectivo, creo que fue muy bueno el haber tenido una relación ya establecida con un profesional, en vez de haber tenido que buscar ayuda con un extraño. Más o menos después de un mes, busqué contacto con personas que también pasaron por la pérdida gestacional y neonatal. La sensación de no estar sola fue reconfortante.

¿Qué no te ayudó?

La falta de contacto de algunos amigos y la culpabilización no exteriorizada – aunque evidente- de algunos parientes. Aun cuando yo entiendo la dificultad que tienen algunas personas para lidiar con ese tipo de tragedia, y que comprendo que hallar un culpable es inevitable para otras, yo esperaba más empatía y presencia de algunas personas.

¿Qué te gustaría decir o hacer por alguien que vivió esa misma pérdida?

Me gustaría decirle que lo siento mucho, que estamos juntas. Me gustaría preguntarle el nombre del bebé que murió y responder con el nombre de mi propio hijo. Yo me pondría a su disposición y, en caso de que la persona quisiese, le recomendaría grupos de apoyo virtuales o presenciales. Diría que el amor es infinito, pero el dolor inmenso. Les pediría que se diesen la oportunidad de sentir dicho dolor y de vivir el luto.

¿Tú buscaste – o buscas – alguna ayuda terapéutica especializada?

Yo ya iba a terapia psicoanalítica hace años, así que continué con el mismo analista, el cual sigue una línea junguiana. Asistí a un encuentro que fue organizado por un grupo de apoyo para pérdidas gestacionales en mi ciudad. Fue muy bueno, pero no regresé porque preferí trabajar mi luto con mis propios tiempos y de forma más individual. Pero fue importante haber ido y haberme conectado con las personas y recomiendo el grupo para quien pasó por una experiencia parecida.

¿Cómo fue tu regreso al trabajo?, ¿hay algo que aconsejarías hacer dentro del ambiente de trabajo para ayudar a quien pasó por una pérdida como la tuya?

Fue difícil. Yo misma pedí poder regresar antes de que mi licencia terminara, en un esquema de 3 días por semana. Yo quería regresar “inmediatamente”, como todos te incentivan a hacer, pero me daba miedo enfrentarme “al mundo real”. Mi ambiente de trabajo está por encima del promedio. El equipo es muy acogedor y la empresa obtuvo una nota de 10. Pero fue doloroso, en especial porque algunos colegas no supieron cómo tocar el tema y optaron por ignorarlo completamente. Hubo días en los que lloré en la mesa del computador o en el baño y, de acuerdo, hubo comprensión. Lo que yo creo que es importante es que el tema no se convierta en un tabú y que sea ignorado.

¿Tú crees que la perdida gestacional es subestimada por la sociedad en general?

Sí y no. Mi pérdida fue una pérdida tardía. Yo estaba a punto de completar 40 semanas. No creo que alguien haya subestimado mi dolor. Sin embargo, como el bebé no existió para mucha gente, la reacción es como si estuviéramos hablando de una frustración y no de la pérdida de una persona real. Eso es muy difícil porque oí cosas como “vas a quedar embarazada rápido otra vez”. Hubo parientes que nunca mencionaron el nombre de mi hijo (y que inclusive consideraron la posibilidad de no ir al entierro porque tenían “cirugías agendadas a esa hora”. Eso nunca lo habrían dicho si hubiera sido el entierro de un niño que llegó a vivir fuera del útero). La percepción de que mi hijo no existió para el mundo es terrible. En este sentido, creo que puede ser una pérdida subestimada. Por otro lado, “perder un hijo”, en nuestro imaginario, es lo peor que puede ocurrirle a una mujer así que, de cierta forma, es hasta sobrestimado.

¿Cómo crees que las personas podrían solidarizarse más y comprender mejor a quien vive una pérdida gestacional?

Creo que la empatía es la solución para casi todos los males. Estoy convencida de que la única manera de lograr solidarizarse es esforzándose por estar en una situación claramente incómoda. Sentir el dolor juntos. Pero ese discurso no combina con los valores de nuestro mundo inmediatista y “anti dolor”. Por lo tanto, si no es posible colocarse en esa situación terrible – lo que yo entiendo -, por lo menos hay que hacer un esfuerzo por no negar o incrementar el dolor del otro. Algunos pequeños gestos harían una gran diferencia: no fingir que no ocurrió, no comparar dolores y pérdidas, no apresurar el luto, mirar directo a los ojos y, sobre todo, mencionar el nombre del fallecido. Hay muchísimo poder en un nombre.