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Gratitud

“No logro fingir que no tengo miedo. Sin embargo, el sentimiento que predomina en mí es la gratitud”, dijo Oliver Sacks en uno de los cuatro ensayos que componen este pequeño gran libro que anuncia su despedida.

Imagen: Elena Seibert/Reuters

El neurólogo y ensayista inglés, Oliver Sacks, murió en agosto de 2015. Su partida fue sentida por académicos, intelectuales y fanáticos de todo el mundo. Al digitar “Oliver Sacks obituary” en Google, usted encontrará varios obituarios dedicados por grandes periódicos, tales como The New York Times, The Guardian y BBC News. Gracias a la información recogida en dichos obituarios, usted también podrá entender más sobre la vida del médico inglés que acabó siendo internacionalmente reconocido por narrar las historias de sus pacientes. El bestseller “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” es un gran ejemplo.

En los últimos dos años de su vida, ante la vejez y la certeza de una muerte causada por el cáncer, Sacks comenzó a escribir otro tipo de textos que fueron publicados, traducidos y leídos por millones de personas. Gratitud (Edit. Companhia das Letras) es el nombre de una pequeña recopilación de cuatro artículos que, originalmente publicados en el periódico The New York Times, hacen referencia a los sentimientos del autor frente la perspectiva de la muerte.

En los últimos años, la palabra “gratitud” se ha vuelto algo común dentro de las redes sociales. Dicen que la palabra “obrigado”[1], que en portugués significa gracias, supone una ligación con la persona que nos ha ofrecido algo, algo así como una deuda. “Gratitud”, por su parte, sería una palabra más pura, apenas una emoción que no coloca al beneficiario en una situación de deuda. Para muchas personas, el uso excesivo de esta palabra terminó banalizándola, sustrayendo su sentido real. Ahora bien, la experiencia al leer el libro de Sacks es otra: en sus últimos momentos, el autor retorna a la esencia de la palabra y, tras realizar un tranquilo ejercicio de separar lo que vale la pena de lo que considera menos relevante, Sacks elige la gratitud como su principal sentimiento al momento de despedirse de la vida:

“Quien muere no puede ser reemplazado. Quien muere deja vacíos que no pueden ser llenados pues el destino de todo ser humano – genético y neurológico – es el de ser un individuo único, encontrar su propio camino, vivir su propia vida y, claro, morir su propia muerte. No logro fingir que no tengo miedo. Sin embargo, el sentimiento que predomina en mí es el de la gratitud. Amé y fui amado. Recibí mucho y di algo a cambio. Leí, viajé, pensé, escribí. Tuve mi propia relación con el mundo, la relación especial de los escritores y los lectores. Más allá de cualquier cosa, fui un ser capaz de sufrir y sentir placer y felicidad, un animal dentro de este hermoso planeta que tiene la capacidad de pensar. Sólo esto ya es un enorme privilegio y una gran aventura”.

Al leer en una sola sentada las 58 páginas del libro, me acordé de algo que aprendí con mi amiga Cynthia Almeida, cofundadora de ¿Y si hablamos del luto? En el mini-documental del proyecto, Cynthia cuenta que algo que la ayudó a superar la partida precoz de su hijo Gabriel fue el poderse sentir agradecida por haberlo tenido cerca durante 20 años. Esto me hizo pensar cuán importantes son las reflexiones de Sacks, no sólo para aprender a esperar la muerte con tranquilidad, sino también para continuar la vida después de una pérdida.