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¿Existe una hora correcta?

Médico y columnista en The Atlantic, Ezekiel J. Emanuel se lanzó al desafío de calcular cuál sería el número ideal de años que habría que vivir para validar la propia existencia. El resultado puede ser muy específico para cada caso, pero la reflexión continúa siendo válida: ¿Qué hace que sintamos que lo vivido fue suficiente?

Elena Saharova / Unsplash

¿Existe una hora correcta para morir? ¿De qué depende la sensación de que la vida ha sido “suficiente” (lo que, se supone, podría traer una cierta tranquilidad o, al menos, un cierto alivio frente a la angustia de pensar en la propia muerte)? Fue esta la pregunta que se hizo Ezekiel J. Emanuel, médico oncólogo y columnista de la página estadounidense The Atlantic, en un artículo publicado años atrás.

Si hablar sobre el luto ya es de por sí un gran tabú, pensar sobre la propia finitud representa un desafío igualmente grande. Después de mucho reflexionar, Emanuel definió para sí mismo un número ideal de años a ser vividos: 75. Su argumento tiene que ver con la idea de la “realización”. A partir de la edad en la que las capacidades físicas y mentales comienzan a disminuir, este médico considera poco probable el llegar a hacer contribuciones en diversas esferas de su vida y que, a su juicio, puedan ser realmente importantes. Emanuel defiende la idea de que, a partir de una cierta edad, la vida pierde mucho de lo que hace que vivir valga la pena. “He aquí una simple verdad de la que muchos parecen huir: vivir mucho tiempo también es una pérdida”, afirma.

Ezekiel nos recuerda que constantemente evitamos pensar en el propósito de nuestras vidas y en la marca que dejaremos.
Ezekiel nos recuerda que constantemente evitamos pensar en el propósito de nuestras vidas y en la marca que dejaremos.

Cuando pensamos en la muerte, o cuando vivimos el luto, la cuestión del “valor” siempre aparece. Es común oír frases como: “tal persona se fue demasiado pronto”. No obstante, el tiempo – lo demasiado pronto o demasiado tarde – es un elemento completamente individual. ¿Qué es mejor: vivir los últimos días con alguna incapacidad y ya habiendo pasado de los 90 años o irse “inesperadamente”, tomando por sorpresa a muchas personas? No existe una respuesta fácil a esta pregunta y mucho menos una respuesta definitiva. La propuesta interesante del artículo es que nos acerquemos un poco más a la idea de la finitud, haciendo las paces con ella.

¡Vale la pena leerlo!