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Las cinco etapas del morir
Uno de los primeros libros que leí tras la muerte de mi hijo Gabriel fue el “Túnel y la luz: reflexiones esenciales sobre la vida y la muerte”, de Elisabeth Kübler-Ross, una médica psiquiatra suiza radicada en Estados Unidos. En esa época, lo que me atrajo del libro fue la promesa del título de revelar los misterios de lo que implica el morir. Yo, como tantos otros que han perdido a algún ser querido, quería saber más sobre el túnel, la luz y todo lo que ocurría del otro lado. Este libro logró levantar una parte de ese velo enigmático que nos separa de un territorio desconocido y al respecto del cual sentimos tanto fascinación como incredulidad. “El túnel y la luz” evoca relatos de personas que experimentaron la “cuasi-muerte”, que estuvieron allá y regresaron. Yo no sabía que estaba conociendo a una autora que transformaría mi modo de entender la muerte y el morir. Fue precisamente su primer libro, “Sobre los muertes y los moribundos”, lo que decidí leer después. Publicado en 1969, este libro erigió a la Dra. Kübler-Ross como una autoridad internacionalmente reconocida en el tema.
La obra se basa en el gran trabajo de su vida, acompañar a centenas de pacientes en su lecho de muerte. Este libro mudó la forma en la que los médicos y la medicina encaran a los pacientes terminales. A través de largas, amorosas y exhaustivas conversaciones con más de 200 enfermos (algunas de las cuales aparecen transcritas de forma completa en el libro), la Dra. Kübler-Ross logró identificar las cinco etapas que atraviesa una persona con una enfermedad incurable. Entender cada una de ellas representa una ayuda, tanto para médicos y cuidadores, como para el propio enfermo y, más importante, para su familia y los seres queridos que lo rodean.La primera etapa es la negación. “Esto no puede ser verdad. Esto no me está ocurriendo, debe haber un error”, declaran todos los pacientes que recibieron, directa o indirectamente, la noticia de su enfermedad. La negación funciona como un “parachoques tras la inesperada y chocante noticia, permitiéndole al paciente recuperarse con el tiempo”, explica la médica. Normalmente, cuenta la autora, la negación es una defensa temporal que es rápidamente substituida por una aceptación parcial.
La segunda etapa es la rabia, la ira de admitir que fuimos “sorteados” con algún mal sin cura. Ese es el momento en el que el paciente se vuelve “difícil”, intransigente y con poca paciencia para someterse a los tratamientos y terapias que se le proponen. Si lográramos comprender la dimensión del sufrimiento que caracteriza esta etapa, así como la forma en la que el dolor y el miedo convierten a ese enfermo en un ser irascible, cambiaríamos nuestra actitud reactiva frente a él. Es un proceso doble, en el que el cambio provocará efectos positivos tanto en el paciente como en las personas que lo rodean.
La etapa siguiente es la del regateo o negociación. Es fácil reconocer y entender esta etapa si hacemos una simple analogía con el comportamiento de un niño que quiere algo que los papás no le conceden. Primero, el niño se enfurece, patea y hace berrinche. Cuando no obtiene nada de esa forma, el niño busca una nueva táctica: trata de prometer ser bueno para ser “recompensado”. Generalmente, el regateo o la negociación son realizados silenciosamente con Dios, pidiendo su gracia y el milagro de la cura.
La cuarta etapa, la depresión, aparece después del fracaso del regateo. Comprenderla es uno de los puntos fundamentales para lograr cuidar a alguien que está muriendo. En esta etapa, existen dos tipos diferentes de depresión que deben ser abordadas de manera distinta. El primer tipo involucra las preocupaciones naturales de quien quiere dejar la vida organizada. La persona se preocupa por los seres queridos que está dejando, por los hijos –si tiene -, por el tiempo que le queda y por lo que podría hacer con él. En ese momento, algunas personas tienden a arrepentirse por lo que dejaron de hacer o de vivir en el pasado. Lo importante en ese punto es alejar este tipo de pensamiento del paciente, alentándolo y mostrándole que no hay nada que lamentar, que todos lo aman. Así se logra animar un poco a la persona.
En el segundo tipo de depresión, describe la Dra. Kübler-Ross, el paciente, en vez de enfocarse en una pérdida pasada, comienza a centrarse en las pérdidas inminentes. “Nuestra primera reacción en relación a las personas que están tristes es intentar animarlas. Intentamos incentivarlas a que vean el lado bueno de la vida, las cosas positivas que las rodean. Esto puede tener algún sentido cuando se trata del primer tipo de depresión. En el segundo tipo, el paciente no debería ser alentado a ver el lado positivo de las cosas. Él está a punto de perder todo eso. Es más fácil que él acepte la situación si lo dejamos simplemente expresar su tristeza. La persona se sentirá agradecida por contar con compañía y por no tener que oír constantemente que no hay que estar triste”. Este tipo de depresión es silenciosa y demanda apenas un “sentarse a su lado”.
La quinta y última etapa es la aceptación, la cual es alcanzada finalmente por quien contó con la ayuda y el tiempo necesarios para superar las etapas anteriores. La Dra. Kübler-Ross narra que en ese momento hay un cierto grado de “tranquila expectativa” que no debe ser confundida con una etapa de felicidad. Es como una fuga, una ausencia de sentimientos, describe la autora. Un estado de profundo cansancio y una necesidad gradual de aumentar las horas de sueño. Es en esa hora final, dice la psiquiatra, que la familia – más que el propio paciente – necesita comprensión y apoyo.
Sobre la muerte y los moribundos – Elisabeth Kübler-Ross
Editorial Martins Fontes