“Es el final de una relación, la confirmación de que alguien está muy enfermo, una orden de desalojo, un despido, una solemne injusticia, una ingrata constatación, la noticia de una muerte. Por algunos minutos, horas o días – dependiendo de cuán fondo se llegue – es como si el resto del mundo fuera una gran película narrada en sánscrito popular con subtítulos en arameo. Además de quedar catatónico e inerte, la cabeza se va muy lejos, pensando en todos los hechos que llevaron a ese momento y, claro, en sus desdoblamientos reales e imaginarios. Nos apegamos a ese pasado y a ese futuro porque nuestra locura parece ser la única cosa sana en medio de todo aquello”.

En el post de 2013, publicado en el blog del periodista Leonardo Sakamoto*/UOL, éste habla sobre el cambio de perspectiva que se desata al momento de enfrentarnos a una pérdida. Es una experiencia que puede durar horas, días, meses…, pero que es inevitable para la asimilación de la pérdida. Como dice el autor, poner un pañuelito encima no hace cicatrizar las heridas. Es necesario ponerle atención al momento y entender el proceso para que surja un posible crecimiento de ese dolor.

*Leonardo Sakamoto es periodista y doctor en Ciencia Política de la Universidad de São Paulo. Cubrió conflictos armados en varios países e hizo reportajes sobre la violación a los derechos humanos en Brasil. Sakamoto también es profesor de Periodismo en la Pontifícia Universidade Católica (PUC) de São Paulo e investigador visitante del Departamento de Política de la New School en Nueva York. Sakamoto es director de la ONG Repórter Brasil y consejero para el Fondo de las Naciones Unidas sobre Formas Contemporáneas de Esclavitud.