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La vida para quien se queda

Saber que la muerte hace parte de la vida y que algún día tendremos que experimentar una pérdida no nos prepara para esa experiencia tan dolorosa. La psicóloga Lélia de Cássia Faleiros Oliveira nos da unos valiosos consejos sobre cómo reorganizar la vida y los sentimientos durante el proceso del luto.

“La vida no teje apenas una tela de pérdidas, ella también nos proporciona una sucesión de ganancias”.

(Lya Luft)

Reprodução

El ser humano hace parte de un enigmático y misterioso ciclo vital dentro del cual éste tiene una libertad de acción, al mismo tiempo que se ve sometido a normas que le son ajenas a su propia voluntad. El hecho de saber que la muerte hace parte de la vida y que, en algún punto de nuestra existencia, tendremos que pasar por la pérdida de un ser querido no nos reconforta ni nos prepara para esa experiencia tan dolorosa. Cuando la muerte entra a nuestra casa – muchas veces sin avisar – nos sentimos en una oscuridad total, desprotegidos, inseguros y en un intenso estado de desespero y fragilidad. En esas situaciones, muchas veces pensamos que no existe la posibilidad de querer continuar viviendo.

No fuimos educados para perder. Nadie quiere perder alguna cosa – por más simple que sea – y mucho menos perder a alguien que ama. Esa experiencia es desgarradora, sin ninguna lógica que nuestra razón pueda entender. La sensación es igual a la de un “vacío”, a la de una “falta”. Este sentimiento le exigirá a cada persona el ser capaz de cambiar su mundo interno y sus propios sentimientos – muchas veces sellados o inclusive desconocidos – para poder buscar las herramientas que la ayuden a enfrentar ese dolor que no parece disminuir. Ese difícil trabajo de reorganización interna es lo que llamamos proceso de luto. Se sabe que ese proceso es una batalla emprendida por la persona que se queda y que debe continuar viviendo. Es un proceso personal, con manifestaciones muy particulares.

Las manifestaciones de ese proceso

La muerte nos desorganiza, nos deprime. Sin embargo, el luto es un paso necesario y una condición indispensable para que, poco a poco, la persona pueda regresar a sus actividades y reorganizarse física y emocionalmente, reaprendiendo a vivir y a convivir con todos los cambios que la muerte provocó en su vida.

Los cambios

Tal vez el primer y más difícil cambio sea el aprender a vivir sin la persona que se ha ido. Esto implica aprender a vivir de una manera diferente, incorporar una nueva identidad: usted ya no es la misma persona de antes, usted cambió. Esta alteración puede llevarlo a usted, como a aquéllos que lo rodean, a no reconocer más sus actitudes y sus formas de pensar. Se desencadenan muchos cambios físicos – pérdida de apetito, disturbio del sueño, dolor de cabeza y de estómago –, así como alteraciones afectivas, tales como depresión y ansiedad. El comportamiento también tiende a cambiar – agitación, llanto, fatiga, pérdida de concentración. Por lo tanto, dedicar un cuidado especial a la salud se convierte en algo fundamental durante el período inicial del luto.

¿Cuánto tiempo va a durar?

Es importante señalar que nuestra cultura espera un patrón común de comportamiento por parte de las personas que están sobrellevando el luto: debemos llorar poco, sufrir aún menos y regresar rápidamente a la vida cotidiana. No así, la duración del proceso del luto es relativa. Para algunos, el luto puede durar pocos meses, mientras que para otros, éste puede representar un tiempo mayor. Lo importante es que usted sepa que, más allá del tiempo marcado por el reloj, usted necesita un tiempo interno y personal para reorganizarse y para expresar sus sentimientos sobre la pérdida. Generalmente, el tiempo del reloj no es el mismo que su tiempo interno.

Expresar los sentimientos

Una forma muy saludable y de gran ayuda durante el proceso del luto es el expresar los sentimientos que se despiertan frente a la presencia de la muerte.

¿Cómo digerir todo eso?

   Cuando comemos algo, necesitamos digerir. Esto significa que una parte del alimento es absorbida por el cuerpo y otra es eliminada. Ocurre lo mismo con nuestros sentimientos. No es posible tragarnos tantas emociones y dolores sin ningún tipo de expresión.

      Es importante saber que los sentimientos necesitan ser expresados para que la persona pueda sentirse mejor. ¿Cómo ha hecho usted esto?

      Permítase expresar su dolor, independientemente de si usted es hombre, mujer o niño. No intente ser duro(a) con usted mismo ni intente esconderse el dolor de la ausencia del ser querido.

      Es importante que usted sea consciente de que todo sentimiento de dolor no expresado puede convertirse en una depresión. Por consiguiente, no niegue el dolor causado por la muerte de una persona.

      No tenga miedo de sentir esa variedad de sensaciones frente a la muerte. Además del sufrimiento inherente a la pérdida, usted puede verse enfrentado al miedo, la soledad y la culpa, pensando que usted podría haber hecho algo más por aquella persona que se ha ido.

Finalmente, intente encontrar otro lugar, diferente del mundo exterior, para la persona fallecida. Ese otro lugar puede ser dentro de ese vacío que usted tanto sintió en el comienzo del proceso del luto y que, ahora, pasado algún tiempo, usted puede llenar con recuerdos de la persona que murió. Esas memorias pueden ayudarlo a recordar a esa persona como a ella le gustaría ser recordada: con cariño. Recuerdos que no le impidan dedicarse y reinvertir en otras relaciones y objetivos de vida. Son historias que permanecerán guardadas en su interior y que lo ayudarán a mantener siempre a esa persona VIVA dentro de usted.

Lélia de Cássia Faleiros Oliveira – Psicóloga Clínica, con Maestría y Doctorado en la Universidad de São Paulo y curso de actualización en el LEM – USP (Laboratorio de Estudios sobre la Muerte). Trabaja con personas de luto y desarrolla proyectos de apoyo en instituciones.